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Pakkpekatt se volvió hacia Eckels y le contempló con visible curiosidad.
¿No cree que ya va siendo hora de que se vaya, doctor?
¿Adonde?
A su nave..., al Abismos de Penga.
¿Para esconderme al otro lado de Maltha Obex? No creo que sea una buena idea,
coronel. Me parece que si se lo propone podría encontrar alguna actividad en la que mi
presencia le resulte más útil.
Eckels esperaba una discusión y se había preparado para ella. Pero el único diálogo
detectable fue el que tuvo lugar entre su mirada llena de decisión y la agudamente
interrogativa de Pakkpekatt. Eckels también se había preparado para la posibilidad de que
hubiera un diálogo no detectado, por lo que llenó su mente con un solo pensamiento:
«Acepto su autoridad. Deje que le ayude. Deje que esté aquí cuando la puerta se abra.»
Los labios de Pakkpekatt se curvaron para formar una mueca que recordaba un poco a
un bostezo.
Si el Abismos de Penga no le necesita, entonces sacaremos el máximo provecho
posible de tenerle con nosotros dijo por fin . Agente Pleck, lleve al doctor Eckels a la
cubierta de observación y familiarícele con el equipo.
Lobot había descubierto que compartir su banda de conexión con el Vagabundo era
una ocupación muy seductora. Sólo habían transcurrido veinte minutos cuando empezó a
perder tanto la voluntad como la capacidad de responder a Lando o a los androides.
No se trataba de que la conexión fuese tan rica y fácil de establecer que experimentase
lo que los ciborgs solían describir en sus conversaciones privadas como «caer por un
agujero que da al cielo», desde luego. De hecho, la experiencia era más bien totalmente
opuesta. La conexión resultaba tan difícil de crear, la comunicación se producía de una
manera tan lamentablemente lenta y las estructuras de datos eran tan distintas a cuanto
había conocido hasta el momento que mantenerse en contacto con la nave iba
absorbiendo gradualmente toda su atención y todos sus recursos.
El mero hecho de pasar al básico para procesar los datos auditivos o el formular y
emitir una respuesta vocal fue convirtiéndose poco a poco en una carga insuperable. Por
primera vez en todo el tiempo que abarcaba su memoria, Lobot se encontró totalmente
concentrado en una sola tarea y tuvo que renunciar a sus propios procesos internos para
pensar en los algoritmos binarios de base seis del Vagabundo. La comunidad de los
ciborgs definía esa pérdida de límites con la expresión «volverse del revés» y consideraba
que suponía un grave peligro para la integración sistémica..., y que sólo se encontraba a
un paso de distancia del colapso disociativo.
Lando sólo sabía que Lobot se hallaba conectado a una máquina que poseía el poder
de llevárselo muy lejos y que parecía carecer de toda inclinación a devolverlo. Después
de haber observado el fenómeno por primera vez, Lando fijó unos límites muy estrictos y
se nombró a sí mismo vigilante de ellos y encargado de hacer que fuesen respetados. A
lo largo de toda la duración del salto hiperespacial, Lobot no pasó más de una hora
seguida conectado, y siempre hubo un descanso mínimo de dos horas entre sesión y
sesión.
Incluso eso ya suponía hacerle una considerable concesión a Lobot, quien había
insistido en que la parte más productiva de una sesión era aquella en la que permanecía
insensible a todo lo que no fuesen las estructuras de datos del Vagabundo. Se trataba de
una afirmación que Lando tuvo que aceptar sin que viniera apoyada por ninguna prueba,
ya que hasta el momento los escasos resultados útiles que había podido ver no
justificaban el riesgo que suponía el seguir manteniendo cualquier tipo de contacto. Los
datos que Lobot estaba obteniendo del contacto con el Vagabundo parecían mucho más
consistentes y significativos que los que estaba consiguiendo comunicar a Lando.
No sabe qué es le había explicado Lobot . Sólo sabe qué hace.
Pero incluso dentro de esos parámetros, lo que el Vagabundo le había «dicho» a Lobot
parecía excesivamente mutable y sujeto no sólo a la interpretación, sino también a los
posibles errores causados por el exceso de entusiasmo de Lobot.
La nave era un protector-contra-los-daños, un refugio-nutridor, un médico-fuente de
auxilio, una forma de huir-de-los-depredadores, un mantenedor-y-preservador y un
maestro-encargado de dar la bienvenida..., funciones que eran interpretadas por Lobot, de
manera muy distinta y dependiendo del momento en que se le preguntara al respecto,
como las propias de un huevo, una madre, un jardín de infancia, una despensa y una
crisálida. Los cuerpos redondeados de los túbulos internos eran durmientes, guardianes,
cadáveres, infiltrados, sacrificios y directores..., con la mitad de esas designaciones
sugiriendo que formaban parte de la nave y la otra mitad sugiriendo que poseían una
existencia totalmente independiente de la del Vagabundo.
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