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- Yo aterrizar en sitio correcto. Salvar vida de mí y de viscoso. - ¡Adelante, diablo
luchador! ¡Ataca!
- ¿Atacar? ¿Atacar qué?
- ¡El agujero de la plaza con los cautivos! - gritó Cy, exasperado.
- Oh, claro... ¡El agujero!
Se lanzó en aquella dirección y un instante después el aire se llenaba de explosivos,
gritos, lamentos de dolor, atronar de rayos destructores y cosas por el estilo, todo lo cual
se desvaneció con bastante rapidez.
- ¿Ha ganado? - susurró Cy.
- Vaya a mirar - susurró a su vez el ornicóptero.
- Echémoslo a cara o cruz. El perdedor va a mirar.
- No se molesten - susurró Meta desde un balcón que estaba por encima de sus
cabezas -. Desde aquí puedo ver bien. Ese diablo luchador ha librado su última batalla.
Ha causado bastante daño, pero se metió ante la boca de un millar de rifles de radio y
ahora es un montón de chatarra radiactiva. Suba. Por esa puerta y escaleras arriba.
Cy subió las escaleras y penetró en una sala amplia llena de una multitud de miles de
mujeres pálidas. Meta estaba sentada a una mesa en el otro extremo de la habitación y
daba golpes con un martillo para poner orden. Cuando su voz pudo ser oída, volvió a
hablarles.
- Ya hemos discutido el mismo tema durante un buen rato. Un ataque frontal no
funcionaría en absoluto. Acaban de ver lo que le ha ocurrido al diablo luchador que lo ha
intentado.
- Esperemos hasta la noche, y luego aplastemos a esas verdes criaturas viles con
nuestras cachiporras de piedra.
- ¡Por nada del mundo! - gritó otra voz -. Los cautivos llevarán ya mucho rato muertos
cuando lleguemos. ¡Debemos atacar ahora!
Meta le hizo a Cy un gesto para que se acercara.
- ¡Aquí tenemos refuerzos! El nos ayudará.
- Complacido... si me ponen al corriente de lo que está ocurriendo.
- Es bastante simple. Jonkarta, un nativo de Virginia que ahora vive en este planeta,
estaba cruzando el desierto con su prometida, una muchacha roja llamada princesa Dejah
Vue, cuando fueron atacados por cuartodebañinos verdes que raptaron a la princesa,
pero nosotros llegamos poco después, perseguimos a los verdosos y les tendimos una
emboscada, el Diablo Luchador se los cargó a todos excepto a uno que raptó a la
princesa y huyó con ella. Nosotros, por supuesto, los perseguimos y atacamos pero
nuestras fuerzas, ayudadas por el esposo de esta señora, fueron derrotadas y
capturadas, todos excepto yo, dado que yo no iba con ellos, y ahora están todos a punto
de ser torturados y ejecutados.
- No le pediré que repita eso - dijo Cy, a quien todavía le zumbaba la cabeza -. Ya he
oído lo suficiente como para saber que la causa está perdida. ¿Por qué usted y yo no nos
subimos al ornicóptero y nos largamos?
- Muchas gracias, cobarde lloran - se burló Meta mientras las demás mujeres agitaban
los puños profiriendo aullidos de mofa y odio.
- Sólo trato de ayudar - dijo Cy encogiéndose de hombros.
- ¡No podemos dejarles morir cruzadas de brazos!
- La joven pálida tiene razón. Prepárense a disparar, compañeros. Respeten su vida
pero maten a todos esos grandes y monstruosos monos blancos - dijo una voz extraña.
Todos se volvieron y jadearon ante la visión de una horda de guerreros rojos armados
hasta los dientes que avanzaban a través de la puerta, liderados por el que hablaba,
también rojo pero con la cabeza gris. Levantaron sus armas para disparar... pero, antes
de que pudieran hacerlo, todas las mujeres de la habitación dejaron caer sus cachiporras
de piedra, y de lugares ocultos sacaron de repente rifles de radio con los que apuntaron a
los intrusos.
Cy lanzó un grito agudo y breve en el silencio que siguió, atrapado entre las dos
fuerzas enemigas. Si se movía podía precipitar la matanza. Sin embargo, parecía que
todas las armas le apuntaban a él. Presa de la desesperación, habló.
- ¡Deténganse! Si se dispara un solo tiro, todos moriremos. Y yo el primero, razón por la
que estoy negociando este encuentro. Si ustedes, rudos recién llegados, disparan,
matarán a los cautivos que aguardan la muerte en la plaza de ahí abajo...
- Y uno de ellos es la princesa Dejah Vue - agregó Meta, ya que los recién llegados
tenían el color de piel correcto y podían ser correligionarios o compatriotas de la regordeta
prisionera. Su cálculo resultó acertado porque el líder profirió un grito, retrocedió
tambaleándose y se golpeó la frente con el reverso de la mano. Meta esbozó una sonrisa
-. Tengo la sensación de que usted conoce a la muchacha.
- ¿Conocerla? ¡Es mi hija! ¡Descansen armas! - gritó por encima del hombro -. Yo soy
Mars Omenos Jeddak de Metano. Se retrasó al volver de un recorrido a Peroanda y yo
comencé a preocuparme. Luego fue interceptado un telegrama enviado desde esta ciudad
y mi corazón se llenó de temores. Reuní inmediatamente un ejército y me dirigí hacia
aquí. Dígame, pálida, ¿qué ha ocurrido?
- Es bastante simple. Jonkarta, un nativo de Virginia que ahora vive en este planeta,
estaba cruzando el desierto con su prometida, una muchacha roja llamada princesa Dejah
Vue, cuando fueron atacados por cuartodebañinos verdes que raptaron a la princesa,
pero nosotros llegamos poco después, perseguimos a los verdosos y les tendimos una
emboscada; el Diablo Luchador se los cargó a todos excepto a uno que raptó a la
princesa y huyó con ella Nosotros, por supuesto, los perseguimos y atacamos pero
nuestras fuerzas, ayudadas por el esposo de esta señora, fueron derrotadas y
capturadas, todos excepto yo dado que yo no iba con ellos, y ahora están todos a punto
de ser torturados y ejecutados.
- ¡Los salvaremos! ¡A las armas, bravos metanianos, a las armas!
- ¡Deténgase! - gritó Meta cuando comenzaban a salir de la habitación a toda velocidad
-. El asalto directo ya ha acabado con la vida de un diablo luchador, cosa que resulta
bastante difícil. Necesitamos un plan mejor que ése.
- Y seguro que yo tengo el mejor plan para usted - dijo la esposa de Un Lar
adelantándose unos pasos con los brazos en jarras y la luz del hado en los ojos -.
Haremoh esto. Hemoh mantenido una competencia antropofágica con loh verdeh durante
incontableh generaciones Porque a elloh leh guhta comernoh a nosotroh igual que a
nosotroh noh gusta comérnosloh a elloh. Así que yo y lah demáh señorah saldremoh
desarmadah y con aspecto comestible e imploraremoh su misericordia. Por supuesto,
elloh no tienen misericordia alguna, pero haremoh ver que no lo sabemoh. Entonceh elloh
no dispararán sino que noh atacarán con entusiasmo, aullando de hambre...
- ¡Y será cuando nosotros - interrumpió Mars Omenos con una sonrisa malévola y una
sacudida de su cabeza gris -, que estaremos escondidos tras todas las ventanas que
rodean la plaza, dispararemos una barrera de fuego desde todas partes y barreremos a
cada uno de esos hijos de puta verdes!
- ¡Para ser un viejo con el impropio color de piel, usteh no eh tan estúpido! ¿Lo
hacemoh?
Gritando gritos de desenfrenado gozo, salieron como un torrente de la habitación, los
hombres rojos en dirección a sus ventanas y las mujeres blancas a la plaza. Las nubes de
polvo se asentaron y Cy se arrastró cansinamente y se dejó caer en una silla opuesta a la
de Meta.
- ¿Esto le ocurre muy a menudo a usted?
- No, y una vez es suficiente.
A través de las ventanas les llegó el eco de los gritos femeninos de sumisión, seguidos
de roncos bramidos de alegría y apetito, que pronto fueron sustituidos por el ruido de los
disparos y los alaridos de los heridos de muerte. Cuando esto murió a su vez, fue
sustituido por feroces gritos de alegría. Cuando la alegría se aplacó a su vez, pudieron [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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